Hace unos 12 años andaba yo haciendo un reportaje en las montañas de los Cárpatos cuando desde la furgoneta en la que iba vi en un campo a este señor que pastoreaba ataviado a la manera tradicional. Solté un ¡Para, para!, salté del vehículo y le pregunté al señor, con mi mejor sonrisa, si le importaba que le hiciese una foto. Tranquilamente me dio a entender que sí. No creo que estuviese muy acostumbrado a estas lides pero tampoco parecía sorprenderse de nada, no sé si por que ya había visto de todo en esta vida o por que me tenía por un loco. Muy amablemente posó, nos dimos la mano y cada uno a lo suyo.
Es una pequeña historia, nada muy emocionante, pero me gustan estas situaciones en las que tengo una comunicación especial con gente que, de hacer otro trabajo, no tendría.